A pesar de todo, estoy bien

 

Los últimos eventos y el cambio de estación han aguado la fiesta a muchos, dejando un tono de miedo y resignación. Incluso con una rápida mirada a las noticias se nos bombardea con lo que parece un sufrimiento insalvable, injusticia e ignorancia. Los gobiernos e instituciones parecen incapaces de contener la marea. Como individuos, no tenemos otra alternativa que sucumbir a la desesperanza o reunir nuestros recursos intrínsecos.

Llevo observando grupos de gente durante la mayor parte de mi vida adulta. Y hay veces, quizá un día o un periodo en particular, en las que la vida deja cierto regusto. Cada uno responde a ello de forma diferente pero hay algo bajo la superficie de lo que está pasando que es percibido por todos. Puede que sea algo astrológico o la teoría de las cuerdas, no lo sé. Pero puedes verlo más claramente expresado por niños y perros. A menudo pasa desapercibido. Sin embargo, en los últimos tiempos, es imposible negar un extendido sentimiento de desolación.

A veces, la violencia, la geopolítica y la comercialización que se cuela a través del ruido
blanco de las redes sociales pueden minar la conciencia de uno mismo y su bienestar.

Normalmente, soy un yonqui de la política, si se le puede llamar así. Me encanta lo absurdo y el teatro de todo. Pero últimamente, no tengo mucho estómago para eso. De hecho, realmente no me lo trago. Y es curioso que, en los últimos meses, mis artículos se hayan centrado en dar una perspectiva más amplia de la llamada “industria del yoga”. Recuerdo una vez este año pasado en la que me dije a mí mismo que quería huir de esto y escribir “desde el corazón”. Sin embargo, el hecho de experimentar como mi hija se desarrollaba desde una ola de energía hacia un pequeño ser humano andando por ahí, con el telón de fondo de un mundo en crisis, me dejó un sentimiento de vulnerabilidad y protección.

Puede que sean solo las vacaciones y en realidad esté proyectando y dándole demasiada importancia a las cosas. Mi situación es, en gran medida, estable. Pero hay un número inusual de gente en mi círculo inmediato atravesando dificultades y transiciones. Y esas caras en clase que normalmente expresan cierta certeza, ahora muestran signos de indecisión. Es como si, en el caso de que yo rompiera los muros de las normas sociales y los abrazara con todas mis fuerzas, nos fuéramos a derrumbar y a empezar a llorar.

Más que nada, necesito sentir que estoy bien.

Independientemente de los muchos motivos y razones que llevan a la gente al yoga, todos subyacen en el deseo básico de sentirse bien. Que el dolor no es tan grande como para no dejarnos ver el sentido de nuestras vidas. Que las dificultades valen la pena. Pues pueden hacerte experimentar algunos momentos de alegría y amor en el camino. Estos son deseos humildes que llegan a través de medios sencillos, no de elaboradas posturas.

El yoga ha jugado muchos papeles en mi vida. He sido capaz de identificar profundamente patrones en mí mismo que me han incapacitado para sentir que me conozco a mí mismo aún mejor. Incluso, algunas veces, he podido hacer importantes cambios en esos patrones que me han puesto en una mejor trayectoria y me han conducido a una vida más de mi elección. Pero nada de esto es posible hasta que no sienta que estoy bien. Sin este punto de partida, todo el descubrimiento, la exploración y las horas de práctica no servirían de nada. Los atisbos de beneficio acabarían eclipsados por contragolpes y consecuencias no intencionadas.

De este modo, pongo el énfasis en algo más lento y simple. Esto no me sirve solo en mi práctica como una forma de cultivar un punto de referencia para conocerme a mí mismo como un ser completo, sino también para reflejar una necesidad más amplia de contrarrestar los efectos secundarios de las tecnologías y las costumbres que, sin darme cuenta, se han arraigado en mi vida. No importa lo que pueda hacer o cómo de rápido lo haga, desde mi teléfono o con mi cuerpo, si antes no me siento bien conmigo mismo. El hecho de dejar que mis pantallas digitales sean una forma de distraerme y sedarme necesita ser contrarrestado con la inmediatez y la intimidad de dar y recibir en mi propio sistema. El acto de participar en mi propia respiración y mi propio cuerpo, sin imposición y en una manera maternal, hace que mi miedo sea más manejable.

Afortunadamente, la vida es mucho más grande que la desesperación.

Cuando las cosas empiezan a pesarme demasiado, me recuerdo a mí mismo que la vida es más grande que el sufrimiento. Por cada asesinato hay un millón de orgasmos. Por cada niño hambriento hay mil millones más de risas con alegría. Por cada acto de maldad hay infinitos actos de bondad. Por cada persona sumida en la desesperación hay otra que con gusto le daría apoyo y amor. Al final, mi mente no tiene otra alternativa que sucumbir al asombro y a la inmensidad que va más allá de mi habilidad de comprender completamente.

A pesar de todo, estoy bien. El dolor y el sufrimiento no hacen que esto sea menos cierto. Y me gustaría proponer que lo mismo pueda ser dicho por cualquiera que haya leído esto. No hay tragedia tan grande como para eliminar el milagro de nuestro nacimiento o la majestuosidad de nuestras vidas. Ojalá podamos conocer este calor y valorarlo profundamente.

 

Comment

J. Brown

J. Brown is a yoga teacher, writer, and founder of Abhyasa Yoga Center in Brooklyn, New York. A teacher for 15 years, he is known for his pragmatic approach to teaching personal, breath-centered therapeutic yoga that adapt to individual needs. His writing has been featured in Yoga Therapy Today, the International Journal of Yoga Therapy, Elephant Journal and Yogadork.